Tic, toc. Que acabe ya! [Libre]

Lunes, primer día de la semana. Había sido uno de los días más eternos desde mi primer día de clases en el instituto. Diooos, que acabe ya, que acabe ya, repetía una y otra vez en mi mente. Faltaban sólo minutos y yo no hacía más nada que ver la hora. ¿Prestarle atención al profesor? No. Cualquier cosa menos eso. Tic, toc. Estaba con la mirada fija en el reloj como si fueran los últimos segundos de mi vida. Tic, toc. En eso escuché la voz del profesor que perturbó mis pensamientos.

- “Señorita Renoir. Señorita Renoir es con usted. Señorita Renoir, ¿me está escuchando?”

Lo miré con fastidio. Iba a responderle justo cuando… me salvó la campana. Finalmente había llegado la hora de irme, no podía creerlo. Aunque estaba desesperada por salir de ahí, fui la ultima en recoger mis cosas, estaba como ida en mis pensamientos. Además de que al salir de ahí, ¿qué haría? ¿Iría al parque o al Aquavit Café? ¿Quizás Mc Donald’s? No sé. En realidad no había planeado nada ni pensaba hacerlo en ese momento. Pero una cosa sí sabía. A mi casa no iba esa tarde.

Se supone que no debía quedarme tanto tiempo en el aula luego de que sonara el timbre, pero las reglas… poco me importaban. Suspiré y puse todos los libros como pude sobre la silla y en eso… se cayeron todos al piso. Vamos, esto sólo te pasa a ti Katherine. Y no pude hacer mas nada que agacharme a recogerlos.

Solté un suspiro. Quería salir de clases y… tenía que recoger mi desastre. Comencé a tomar uno por uno los libros y me parecía que nunca iba a terminar. ¿Por qué estas cosas me pasaban a mí? Simplemente, porque sí.

En ese momento sentí unos pasos aproximarse, levanté la mirada y oh, oh. Para sumar un problema más… El profesor D’veroux estaba ahí parado en frente mío y al parecer ¿iba a ayudarme a recoger? Seguramente esa “ayuda” iba acompañada de un discurso… Que es malo que no preste atención, que luego veré las consecuencias en el examen, bla, bla, bla. Bueno en realidad no sería la primera vez, últimamente las clases eran una especie de tortura para mí, lo que hacía en ellas era cualquier cosa menos estar en clase de verdad.

Por fin el montón de libros estaba encima de la mesa perfectamente apilado. Me levanté del piso y miré al profesor.
- Gracias Profe. - Le dije, ofreciéndole una sonrisa totalmente sincera, en forma de agradecimiento.

Escuche como dijo “de nada” y seguía sonriéndole. Esa sonrisa se borro de mi rostro cuando dijo “quiero que vea algo”, ya sabía por donde venía. Lo seguí hasta el escritorio, de donde saco el típico cuaderno rojo con el que iba y venía. Yo sabía que en ese cuaderno estaba el rendimiento de todos los alumnos a los que les daba clase y en eso… se abrió en la página donde estaba mi nombre.

Tomé el cuaderno entre mis manos y miré las notas. Primero estaban todas súper altas y hasta por encima de los demás de la clase. Pero luego bajaban y bajaban, de repente subían pero no mucho. Sin embargo, no eran notas malas. Eran de un alumno normal, y yo... No era normal, yo podía dar más. Pero simplemente no quería.

- Me parece bien. -Dije indiferente, la verdad ya estaba harta del instituto y no me iba a preocupar solo porque tuviera las notas de un alumno cualquiera.