Explotando en "Justice & Salomon D.P." {libre}

por **Adam P. Justice** Lun Ene 25, 2010 10:23 pm

Era un viernes a las nueve en la agencia de Detectives Privados Justice & Salomon D.P.. Hora de cerrar. Brent Salomon, el otro detective privado asociado, había solicitado para irse a las ocho dado que tenía una importante cena con la señora Salomon. Dougie estaba teoricamente con la canguro, hija de Brent. Y él... él estaba solo. Miró la mesa llena de papeles y se negó a moverse de esa butaca de cuero negro. No quería ni oir el gruñir de la butaca al moverse. Le gustaba estar en silencio. Le ayudaba a pensar, aunque por otro lado potenciaba ese sentimiento de autocompadecimiento que tanto asco le daba. Sí, se daba asco a sí mismo.

Negó con la cabeza y miró la taza de café de la mesa. No estaba ni medio lleno ni medio vacío. Estaba directamente vacío por completo. Teoricamente tendría que levantarse, recoger las cosas un poco para el día siguiente, coger su abrigo y salir por la puerta cerrando con llave y apagando los plomos. Pero no le apetecía salir al exterior. Se sentía como una tortuga metida en su caparazón, como un genio dentro de su lámpara o como un niño en el vientre de su madre. Al recordar su figura materna volvió a entrarle uno de tan frecuentes ataques de ansiedad. Se puso en pie muy rapidamente y se notó la respiración acelerada. Sus ojos plateados brillaban inundados en lágrimas.

Si antes se cuestionaba si se daba asco; ahora lo confirmaba. Se daba asco. - ¡aaargh! -En pleno ataque de ira y ansiedad cogió todos los papeles del último caso sin resolver y los lanzó de encima la mesa al suelo y luego los pisó un par de veces, dejando su huella en ellos. Tardó unos segundos en calmarse. Se quedó de nuevo en silencio, con la respiración acelerada y una simple lágrima cruzándole la magullada mejilla... Miró hacia la puerta. Había visita. ¿Visita a esas horas?

por **Frida Drakovich** Lun Ene 25, 2010 10:27 pm

Llevaba despierta varias horas y lo cierto era que no encontraba una buena causa para intentar dormir. Mi maquillaje negro sumado a mis ojeras demarcaban mis cristalinos ojos azules que todo el mundo envidiaban y a mi realmente me importaban tanto como quien sería el nuevo presidente de la liga australiana de fútbol. Bajo las escaleras del edifico y salgo a la calle a caminar con unas medias largas y negras, algo cortadas y una remera negra y blanca que iba un poco más debajo de mis muslos. Tenía mi propio estilo y era lo único que tenía. Ruedo los ojos tras fumarme el último cigarrillo del atado y arrojarlo lejos de mi cuando se me ocurre algo para hacer en aquellas horas en que todos dormían la siesta, se cambiaban o cenaban. Jamás podría entrar en el catálogo de todo el mundo por lo que mis pie sme guiaron a una oficina en el centro que ya era conocida.

Subo las escaleras dado que los ascensores me daban algo de fobia y siento como se agita mi respiración. Estúpido problema médico hereditario. Pero me compongo al segundo y llego hasta la puerta de su oficina. No me quedo parada como cualquiera sino que golpeo una sola vez. Un ruido sordo recorrió el lugar.

Había escuchado dado que me había sentado en el escalón para recomponerme unos segundos el ruido de algo golpeando el piso y un gruñido bajo. No me interesaba quien ni cuando. Mi rostro se mantenía inexpresivo como siempre. Sin una mínima gota de curiosidad o intriga. Esperando parada detrás de la conocida puerta de madera.

por **Adam P. Justice** Lun Ene 25, 2010 10:41 pm

Todo el despacho estaba sumido en un mortífago silencio que solo se veía roto por las constantes inhalaciones de oxígeno que el hombre, ruidosamente, ejecutaba con tal de volver a recuperar el control sobre si mismo. Hipócrita sería negar las ganas que tenía de coger al asesino de toda esa gente -se sobreentiende que hablamos del asesino del caso sin resolver- y ahogarlo con sus propias manos para luego desfigurarle el rostro a patadas y convertir su frente en un colador a base de disparos certeros. ¿Pero hasta qué punto lo hacía por ira o impoténcia? ¿Hasta que punto aquello no era una mera vendetta por su pasado, una compensación banal a un acto atroz que él mismo llevó a cabo tantos años atrás? La gente se empeñaba en creer que el pasado es algo que el tiempo cura, algo meramente pasajero que se olvida con la acumulación de sucesos. Ingratos humanos iluminados los que cometieron el sacrilegio de afirmar que eso era verdad. Era una mentira... ¡una jodida mentira! El pasado siempre está ahí, detrás de cada sonrisa, detrás de cada gesto, detrás de cada mirada y detrás de cada pensamiento.

- El pasado llama a la puerta cuando menos te lo esperas, Adam... ya deberías haberlo aprendido hace años... - se autoaleccionó de modo contundente mientras miraba la puerta. Era una simple puerta de esas de despacho de toda la vida, de madera con un cristal ondulado semitransparente que te permetía entrever que había alguien detrás pero era sencillamente imposible reconocerlo. Exceptuando a Brent. Él como era negro... pues se le distinguía. El caso es que no se molestó en recoger los papeles pisoteados del suelo. Sencillamente pasó de largo y cruzó la estancia para tomar el pomo y abrir la puerta. Se quedó mirando a esa jovencita cuyo rostro reconocía de algun encuentro en el instituto. - buenas noches... - siseó de forma falsamente apacible.

por **Frida Drakovich** Lun Ene 25, 2010 10:56 pm

Sigo con mi mirada penetrante mientras escucho las quejas del hombre minutos antes detrás de aquella puerta que nos separaba. Realmente no sabía que hacia ahí. Había caminado y pocas veces me detenía a premeditar que es lo que hacía sino hasta que finalmente lo hacia. Los ojos del hombre eran falsos. Me observaban y seguían por lo que clavo los míos azules en él como anunciando mis movimientos. Sin hablar, sin mediar palabra alguna paso a su oficina por el estrecho lugar que dejaba su cuerpo y el marco de la puerta. Había papeles tirados, únicos testigos del ataque de ira de Adam. Pero yo no era quien para decir nada por lo que mis pies siguen caminando hasta llegar al banco frente a su escritorio. Lo corro con la pierna despreocupada y me siento en él observando a la nada misma. Callada en exceso, intrigante. No viro para observarlo todavía parado en el marco de la puerta sino que me relajo en aquel asiento.

-Sigue gritando.

Murmuro con una extraña voz, demasiado calma para corresponderse con mi estado físico actual. Viro mi cabeza finalmente hacia donde él estaba, yo no tenía problemas en escucharlo ni me importaba dado que no me interesaban las personas que me rodeaban. Ni siquiera entendía que hacia sentada ahí.

-Cada uno crea su pasado. Hazte cargo y deja de llorar.

Vuelvo a ver tranquila al frente apoyando mi cabeza en el arco de la silla.

por **Adam P. Justice** Lun Ene 25, 2010 11:15 pm

Sus miradas se cruzaron de forma silenciosa. No cabía del asombro. ¿Qué hacía esa colegiala en su despacho? ¿Acaso venía a denunciar algún tipo de delito? ¿Le iba a encargar que encontrara a su gatito perdido o algo por el estilo? Esos eran los servicios cuantos le podía ofrecerle a una chica de su edad. Aunque ya era bien entrada la noche, si quería algo de eso no habría venido a esas horas a no ser que fuera algo urgente. Empezó a debatirse si sería un asunto de vital importancia cuando ella pasó por la brecha que se formaba entre su cuerpo y una de las paredes verticales del marco de la puerta. Se permitió el lujo de entreabrir los labios y ladear la cabeza para seguirla con mirada atenta. Dentro del despacho había una sola fuente de iluminación. Un parpadeante fluorescente que parecía haber sido puesto ahí para añadirle un bonus de misterio a ese desolado y desordenado despacho al que solo se le podía definir con un adjetivo; caótico.

Ella parecía decidida a quedarse con él en esa apoteósica velada. Frunció el ceño y dió un paso hacia el interior del despacho para acompañar con la palma de la mano la puerta hasta cerrarla con un seco 'clack'. Buscó de nuevo esos increibles ojos azules y siguió con los labios entreabiertos. Tenía el labio inferior algo hinchado de su última pelea con un detenido. A parte del labio magullado tenía un par de rasguños en la mejilla y unas tiritas en el puente de la nariz y encima de la ceja derecha. Se acercó con paso premeditado y apoyó las firmes nalgas en la mesa ahora despejada ya que todo estaba por el suelo. Se percató de que debía estar llorando, y ni se había dado cuenta. Se secó con el pulgar la lágrima y la volvió a mirar. - ¿qué haces aquí, Frida?

por **Frida Drakovich** Lun Ene 25, 2010 11:32 pm

Él se tomo su tiempo para llegar al encuentro y eso no me molestaba. A veces dejaba fluir el correr del tiempo perdiendo por completo la noción, haciendo que la palabra paciencia perdiera cierto significado. Finalmente el se digno a caminar hasta detenerse justo enfrente mío, contra su propio escritorio lleno de archivos que ahora decoraban el piso. El desorden no era un problema dado que mi cuarto era algo similar a esto. Mis ojos azules inexpresivos se clavan en su rostro decorado con gajes de su oficio que no me llenaban de dudas ni me importaban realmente. Pocas cosas lograban llamar mi atención como para averiguar su causa. No hablo sino que mis finos labios permanecen juntos cuando me hace aquella pregunta. Yo misma no la sabía. Y era la persona menos indicada para estar ahí dado que tenía una cierta relación con los policías y yo era una persona poco grata en ese ambiente. Pero no era solamente eso. Mis ojos siguen clavados en los suyos cuando por fin me decido a hablar.

-No lo se. Quizá soy un recuerdo de cuan patética puede ser la vida.

No había atisbo de broma o gracia en mi tino de voz, sino que transfería una seriedad algo extraña para una adolescente que hablaba de esos temas. Mis ojos jamás liberan en todo momento los del detective. Como si la causa de mi estadía en su oficina y su ataque de ira tuvieran una relación que los llevaba a estar en ese lugar un viernes por la noche.

por **Adam P. Justice** Lun Ene 25, 2010 11:44 pm

Del mismo modo que los ojos azules de ella no liberaron los del varonil detective, tampoco los de él repararon en la posibilidad de romper ese vínculo que los unía mediante un simple contacto visual. Se cruzó de brazos por encima de esa impecable camisa blanca con corbata negra a juego. Dejó colgar la cabeza hacia la derecha y permaneció sumido en el más mudo de los silencios mientras trataba de ver más allá en las palabras, gestos o miradas de ella. Era detective. Ese era su trabajo ¿No? Por eso mismo tardó en responder. Si lo que buscabas era una fluida conversación o una simple pero dinámica pelea verbal, no habías acudido al hombre correcto. Él era el típico hombre que cumplia el ya tópico de 'pienso todo lo que digo pero no digo todo lo que pienso sin haberlo pensado antes varias veces'. Solo violaba esa regla cuando estaba fuera de sus cabales, como crasos minutos antes de ese enriquecedor encuentro.

De modo que prosiguió honrando a los monjes budistas que permanecían en voto de silencio durante un rato más. A los dos minutos, rato suficiente para darse cuenta de algunos detalles y hallar una respuesta, se dignó a entreabrir esos carnosos labios para dejar escapar de forma siseante unas acertadas palabras en forma de - el patetismo de la vida no es directamente proporcional al grado de amargura que denoto en tu voz, Frida. - era su modo de llevarle la contraria de forma sutil y, siempre, inteligente. - Y tampoco justifica tu presencia. -Antes me honró mencionar que en esos momentos de reflexión se había percatado de ciertos detalles. ¿Os pica la curiosidad? Me dignaré a rebelar el que tal vez y solo tal vez podía condicionar el desenlace de ese encuentro aparentemente pacífico y complejo; se alegraba de verla.

por **Frida Drakovich** Mar Ene 26, 2010 12:01 am

Sus ojos tal como los míos se negaban a romper aquel fino hilo invisible que unía a ambos en un extraño diálogo mudo, sin palabras en un silencio que decía mucho más que cualquier sonido que pudiera romper aquel pacífico pero escalofriante sonido de la nada. Mi rostro mudo, inexpresivo y carente de emoción o sentimiento se toma su tiempo hasta que por fin me decido a responderle.

-El patetismo y la amargura se dividen por una línea efímera para algunos. La amargura no me lleva a ser patética. Tengo mis razones para serlo.

Respondo con una frase algo extendida para lo que estaba acostumbrada a hablar con un mero conocido que ni siquiera llegaba a generar en un grado de interés. Pero estar allí sentada en aquella silla observándolo era algo bastante altanero dentro de lo que se podía esperar de mi. Mis manos se aferran a la base de la silla pero sigo descansando mi espina contra el respaldo. Era una forma extraña de sentarme pero no era algo que llevara a preocuparme. Mis ojos lo siguen, él no quería realmente descubrir la causa por la que estaba allí sentada, porque una vez que un misterio se resolvía para un detective, la adrenalina y la emoción dejaban de fluir y el tiempo volvía a correr. Yo tenía mis especulaciones, pero nunca me detenía a pensar lo que hacia.

-Y tu las tuyas.

Agrego en un tono claro pero algo bajo con respecto a antes mientras mis manos finalmente sueltan la parte baja de la silla para acomodarme de una manera algo más normal, con uno de mis dedos enroscando mi cabello entre pelirrojo y castaño observando al hombre sentado frente a mi.

por **Adam P. Justice** Mar Ene 26, 2010 2:08 am

Ella acababa de decir algo que seguro al doscientos por cien que le rondaría la mente toda la noche -si es que llegaba a poder conciliar el sueño, claro está-. Acababa de decir que ella tenía sus motivos para ser patética. Carraspeó mientras se aferraba al borde del pupitre con ambas grandes manos masculinas y fuertes. De repente la corbata empezó a ahogarlo... ¿No hacía calor ahí dentro o era la simple presión de tener que enfrentarse una vez más a sus más temidos fantasmas del pasado? Dios, esa niña tenía razón en parte. Él tenía sus motivos que lo llevaban a ser patético.

- ciertamente - Fue lo único que dijo para darle la razón. Él tenía sus motivos. Buenos o malos. Y no eran precisamente su pasado, sino su presente. El simple hecho de no poder olvidar, aceptar o digerir lo que le había pasado; desde el hecho de haber visto morir y ser violada a su madre delante de sus narices, a apretar el gatillo para salvar de una peor muerte pero a su vez matar a su padre, pasando por el hecho de haberse enamorado y perdido a un posterior posible amor de su vida hasta el hecho de estar criando a un pequeño solo sin el amor de una madre. Se dió cuenta de que estaba ejerciendo más fuerza de la común en sostenerse al escritorio cuando le empezaron a doler los nudillos y se percató de que estaban blancos como la nieve. Soltó inmediatamente la madera y ejercitó los dedos para no hacerse más daño. Luego sacó un pañuelo y se lo pasó por la frente, con cuidado, una sola vez, eliminando las pruebas de incomodidad alguna. Tras ello, volvió a sumirse en ese trance silencioso que le permitía autodenominarse una persona misteriosa. - ¿qué esperas de mi, Frida? - Preguntó.

por **Frida Drakovich** Mar Ene 26, 2010 2:29 am

Comienzo a ver síntomas de incomodidad, nerviosismo, odio, ira, muchas máscaras de un solo hombre respaldadas tras un ensamble misterioso o un intento de serlo. Sus manos se aferraban al banco como si quisiera contenerse, como tratando de aferrarse a algo real para evitar caer en el círculo vicioso del recuerdo. Permanezco en silencio sentada en aquella silla sin molestarme por nada. Yo tenía mis ataques de ira, de odio, de llanto, de risa. Drogada o limpia, sobria o ebria, tenía mis momentos y a cada uno debía respetársele el suyo. Él no era de muchas palabras y era una de las cosas que le reconocía, el no hablar de más por más de que comenzaba a ser algo pesado con el tema de tenerme en su oficina. Aunque tal vez era su deber dado que era su territorio. Una de mis manos descansa en el apoyabrazos mientras mi cabeza se recuesta sobre esta sin despegar mis ojos azules de él.

-Tú no esperas nada de ti mismo. No me queda nada para esperar de ti. No querrás mi lástima ni compasión ni aunque te las diera. Así que no espero nada.

Respondo nuevamente tras tomarme unos minutos para ver como estaba acalorado tratando de quitarse en vano su corbata. Era impredecible por lo que de la nada. Mis pies se aferran al piso parándome quedándome justo delante de él. Mis manos finas y blancas se deslizan por sobre su cuello con extrema lentitud pero seguridad mientras mis ojos nunca pierden el contacto con él. Con agilidad desato el nudo de su corbata, dejándola correr entre mis dedos hasta que cae desatada en el cuello de su blanca camisa. Sin dejar de observarlo doy un paso hacia atrás para volver a sentarme en la silla como si nada hubiera pasado, mientras lo observo.

Una de mis manos toma un mechón rebelde y comienza a jugar con él sin dejar de observar al detective. Todos esperaban lo peor de uno mismo, todos éramos malditamente iguales en eso, y él no era la excepción por más crimen que haya cometido. Ni yo tampoco lo era, pero esperar de alguien. Nada, no esperaba nada de nadie.

-Si espero algo, puedo desilusionarme. Y sino lo hago puedo sorprenderme. Inestabilidad humana, espero lo impredecible.

Murmuro para luego morder mi carnoso labio carmesí sin dejar de mirarlo. Era extraño como ninguno dejaba de observar al otro.

por **Adam P. Justice** Mar Ene 26, 2010 12:59 pm

Se quedó pensativo unos segundos. Alzó una mano y se la pasó por la barba suavemente mientras respondía en un simple susurro - Yo tengo mis motivos para no esperar nada de mi mismo. ¿Cuales son los tuyos, impredecible Frida? - Una sola palabra podía extraerse de ese pecaminoso discuros que de forma muy verídica y acertada ella le acababa de echar en cara. Impredecible. Cierto era que todo podía ser más interesante cuando uno no generaba expectativas alrededor de algo. En la universidad le enseñaron que un tal Sr. Robert Rosenthal escogió hacer un experimento para demostrar que las personas podían condicionar los resultados o las acciones de los demás por el simple hecho de crearse espectativas alrededor de algo. Ese profesot cogió a cinco alumnos al azar y les dijo que eran los cinco mejores profesores de nueva york. Se les comunicó que iban a hacer un experimento en el que querían analizar los resultados académicos de una clase en la cual les fué comincado que se hallaban X niños con más posibilidades de rendir, academicamente hablando. La condición fue que los profesores no podían comunicarle a esos niños que ellos eran conocedores de su inesperado potencial.

Al cabo de 8 meses se comprobó que sin excepción alguna, esos niños habían sacado calificaciones ejemplares por encima de la de los demás. El sr. Rosenthal fue encontes cuando felicitó a los profesores dicíendoles que enhorabuna por esos resultdos. Los maestros justificaron que no era mérito suyo, sino de los chicos por ser los más listos. Entonces les fue rebelado que esos alumnos no eran para nada mejores que los demás, sino que habían estado escogidos al azar. Ahí quedaba demostrado que lo único que les diferenció de los demás alumnos mediocres fué las espectativas que cada profesor generó en ellos. Pero... si ciertmente Frida no generaba espectativa alguna de la gente. ¿Como se comportaría esa impredecible masa -empezando por él-? Estaba ansioso por ser conocedor de la respuesta.

En estas que ella pareció percatarse de su incomodidad y se permitió el lujo de acercarse y, sin perder de vista sus ojos plateados, empezar a deshacerle el nudo de la corbata. Se percató una vez más de lo hermosos que eran ese par de luceros celeste que habían aterrizado en el juvenil rostro de ella. Era lo que tenía tenerla tan cerca, ¿no? El caso es que ese roce no le incomodó tanto como esperaba, cosa que le sorprendió cuando ella se separó y se sentó de nuevo. ¿Cómo debía interpretar eso? ¿Era una maniobra de acercamiento? No recordaba la última vez que se lo había pasado bien con una mujer. Hacía meses que no tenía tiempo entre los casos y cuidar de Dougie...
No pudo hacer más que agradecerlo con una muda mirada y quedarse con los labios entreabiertos mientras la seguía analizando, buscando respuesta alguna a ese mar de incertidumbre en el que empezaba a ahogarse, con o sin corbata.

por **Frida Drakovich** Mar Ene 26, 2010 9:54 pm

Lo observo callada y taciturna. Podían correr segundos, minutos u horas pero ese correr vital y continuo del tiempo carecía de relevancia dentro de las 4 paredes que conformaban la oficina del oficial. Mi quijada se presiona, sintiendo como mis dientes generan presión entre si para no comenzar a gritar, la ira me invadía y comenzaba a despertar en mí aquella ola de rabia que liberada a todo mi ser. Pero tan rápido como vino se fue. Tal vez la expresión en mi rostro que duró un segundo o dos denoto mi estado, tal vez no. No era algo que me importara.

-Mi respuesta está en tus palabras. Mis motivos son impredecibles, cambiantes. Y no te recomiendo averiguar más de mí.

Mis ojos azules siguen en un nexo invisible cargado de cierta tensión, desafío y una extraña y exuberante sensualidad que solamente pocas personas podían llegar a apreciar lo suficiente como para identificar la lujuria a la par de los otros sentimientos. Pero es sabido que muchas cosas son correlativas a otras, y otras no dependiendo de la persona. Para varias mujeres, el amor era correspondiente con el sexo, mientras que los hombres podían diferir entre sexo y amor. Esa era una de las diferencias cruciales y problemáticas que podían existir. Y eso llevaba nuevamente a esperar algo de alguien.

Suspiro mientras mis ojos azules vuelven a clavarse en él dado que había virado a un costado por una milésima de segundo. Sus manos, sus gestos, seguía acalorado aunque su corbata no atara su cuerpo. Mis piernas vuelven a pisar el suelo como antes, y camino hasta él sin quitar mis ojos de los suyos. Mis manos se deslizan nuevamente sobre él, pero ahora bajando a su pecho para desabotonarle el primer botón. A diferencia de antes, me quedé parada frente a él, sintiendo como su cálida respiración chocaba contra mi nívea piel por unos cuantos segundos, para luego retornar como antes a la silla y volver a sentarme.

-Todos tienden a ver lo peor de si mismos.

Mi mano corre hacia atrás mi pelo mientras mis ojos no pierden el contacto con él. Todas las personas éramos como un Streep tease al revés. Éramos una verdad, una verdad que nos daba miedo develar, y por eso nos cubríamos de palabras y engaños para presentarnos a la sociedad. En ese momento, pese al silencio, estábamos quitándonos esos engaños para dejar más a flor de piel dicha verdad, que nos avergonzaba o aterrorizaba.

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